1Abra y desvene los chiles, tostándolos en un comal caliente hasta que el interior de los mismos se torne de color café opaco, cuidando que no se quemen.

2Póngalos a remojar en agua caliente unos 15 minutos. Muela los chiles en la licuadora añadiendo los ajos y la sal hasta formar una salsa tersa; bata ligeramente los huevos y revuélvalos con la salsa.

3Caliente suficiente manteca para cubrir el fondo de un sartén pequeño. Antes de empezar a freír asegúrese de que el aceite tenga una temperatura media; si está muy caliente y humeante la salsa de chile se quemará.

4Sumerja de una en una las tortillas en la salsa de chile de manera que se cubran con una capa gruesa y fríalas 10 segundos de cada lado.

5Usando pinzas y pala de cocina, levante con cuidado la tortilla del aceite y escúrrala sobre toallas de papel absorbente.

6La salsa de chile y huevo deberá verse dispareja y rugosa; para finalizar ponga una porción de queso sobre la tortilla y dóblela.

7El queso deberá empezar a derretirse con el mismo calor, continúe con el resto trabajando los más rápido posible, ya que el secreto está en colocarles el queso recién salidas de la manteca caliente.

8Se sirven de inmediato y no obstante que tradicionalmente se sirven solas, puede acompañarlas con una ensalada de jitomate, cebolla y lechuga como guarnición o bien frijoles refritos.