1Pon en un sartén a sofreír una cebolla blanca y dos dientes de ajo con aceite y/o achiote.

2En cualquier supermercado vas a encontrar una pasta de maní (en solo es maní licuado).

3Una vez que la cebolla y el ajo estén bien fritos (ten cuidado con el ajo pues es muy delicado y si se quema da un sabor amargo) aumentas dos o tres cucharaditas de esta pasta al refrito, mezclas bien y luego aumentas una taza y media o dos tazas de leche. ¡Listo!