1Corte el tallo junto a la flor y lávelas suavemente. Escúrralas sobre una servilleta.

2Prepare un sirope con 500 g de azúcar y un vaso de agua hasta el soplado o la “bolita” (37° en el pesa-sirope).

3Si se sopla a través de un colador empapado en el sirope, las burbujas se separan. O bien, cuando se le coge entre los dedos, se forma una bolita suave.

4Eche entonces las flores en el sirope y dé una sola ebullición.

5Viértalo todo en un bol y déjelo macerar una noche entera.

6Al día siguiente, escurra las flores sobre un tamiz.

7Ponga de nuevo en el fuego el sirope, añadiéndole un poco más de azúcar, hasta que se forme la bolita.

8Fuera del fuego, añada las violetas, revolviendo suavemente con una espátula. Déjelo enfriar.

9Vierta todo en un bol y separe las flores unas de otras, espolvoreándolas con azúcar cristalizada.

10Sacúdalas una por una y séquelas hasta que se endurezcan por completo.

11Consérvelas en cajas o bocales herméticos.