1Podemos asar los ajos pelados o enteros, con su piel.

2Lo vamos a hacer con su piel, para garantizar un asado más homogéneo y que de esta forma los dientes no se quemen tan fácilmente.

3Soltamos todos los ajos de la cabeza y con el aceite de oliva, los salteamos unos minutos a fuego medio, espolvoreándolos con sal.

4Los volcamos, con su grasa, en una bandeja de horno y los asamos en un horno precalentado a 160°C durante unos 20 minutos.

5Los dejamos reposar unos instantes, para que chupen bien la grasa y los utilizamos.

6Por ejemplo, entremezclados con unas buenas patatas fritas o pelados, para desperdigarlos entre la salsa de un guisado.