1Pon la levadura en un recipiente para que se deshaga en un poco de leche a temperatura ambiente.

2Añade 8 onzas de harina. Amasa muy bien hasta que se forme una bola.

3Déjala en reposo en un lugar con la temperatura adecuada para que crezca al fermentar la levadura.

4Mientras tanto, cuece el anís en hierba en 1 onza de agua por 5 minutos.

5En un recipiente grande, pon la harina, los huevos, el azúcar, la mantequilla derretida, el aguardiente de hierbas y un trozo de corteza de limón rallada.

6Al poco rato añade el líquido de anís hervido y colado y la pasta de la levadura.

7Trabaja la masa con todos los elementos hasta que se convierta en una pasta muy fina.

8Tapa el recipiente con un paño limpio y deja en reposo durante 8 ó 9 horas.

9Luego de ese periodo, coloca la pasta encima de un mármol enharinado, corta en trozos iguales y empolva de nuevo con la harina.

10Con cada trozo de pasta se preparan unas tiras de un dedo de grosor y de unas 6 pulgadas de longitud, aproximadamente.

11Junta cada tira por las dos puntas y les das la forma ovalada.

12Fríe en una sartén con abundante aceite hirviendo.

13Cuando estén fritos se sacan a un recipiente y se empolvan con el azúcar granulada, estos, en cantidades de acuerdo a tu gusto.

14Pueden servirse calientes o fríos y acompáñalos con café, chocolate, refresco o jugo.